El campo está viviendo un proceso de mecanización, adaptándose a los nuevos tiempos y a las exigencias del mercado. No hay que olvidar que es el principal suministrador de alimentos para la población. En esta modernización, la electricidad es una pieza clave. Algunas explotaciones funcionan como si fueran fábricas, otras están alejadas de la red eléctrica y determinadas actividades necesitan equipos móviles. Para ellos, los generadores eléctricos son imprescindibles.
Mucho ha cambiado la agricultura en los últimos tiempos. El pastoreo y la ganadería extensiva han dado lugar a las granjas industriales. En las que en menos tiempo se multiplica la producción. La gestión del agua ha posibilitado que en zonas tradicionales de secano se planten cultivos de regadío o mixtos, aumentando la cosecha de cada año.
Con independencia de la polémica que despierten estos temas, lo cierto es que la producción agrícola se ha incrementado considerablemente. Algo que es básico en un sector con muy poco margen de beneficio para los productores. Los productos agrícolas se venden a las cadenas mayoristas con precios ajustados a los costes de producción. La única forma de hacer rentable la agricultura es produciendo cada vez más.
Para ello, los generadores se han convertido en una pieza clave. La agricultura necesita de la electricidad para mecanizarse. Existe un problema de suministro. Algunas explotaciones agropecuarias están ubicadas donde no llega la corriente eléctrica. En determinadas extensiones de terreno solo se necesita la electricidad para procesos muy concretos, como puede ser el riego. Los generadores eléctricos proporcionan electricidad a la agricultura. Bonanza Motor, fabricantes e instaladores de generadores y equipos electrógenos, recomiendan adquirir aquellos que tengan una capacidad energética suficiente; es decir, que generen los kilovatios necesarios para abastecer a las máquinas y equipos que estarán conectados a ellos.
Explotaciones agropecuarias.
La ganadería intensiva ha sustituido al pastoreo tradicional y a la cría de animales en semi-libertad. Se ha convertido en el principal proveedor de carne para la industria alimentaria. Abarca toda la gama de productos: cerdos, aves de corral, vacuno, ovino y piscifactorías. Representa el 40% de la producción mundial de carnes y pescados, el 50% de la producción de huevos y el origen del 60% de los productos lácteos.
Algunos grupos ecologistas muestran su rechazo a las macro-granjas, grandes explotaciones que funcionan como si fueran fábricas, con los animales hacinados, ejerciendo altas dosis de maltrato animal y vertiendo grandes cantidades de residuos al medio ambiente. La mayor parte de la agricultura intensiva son pequeñas explotaciones. En España hay registradas 7000 macro-granjas, mientras que granjas pequeñas y medianas de vacuno existen 69.126. Frente a la producción intensiva se ha desarrollado en los últimos años la ganadería ecológica, aprovechando los recursos naturales y minimizando el uso de productos químicos. Se centra en ofrecer un producto de calidad destinado a un público con un mayor poder adquisitivo.
A principios del siglo XX se incorporan los complementos alimenticios a los piensos para animales. Eso permitió, por primera vez, criar pollos y gallinas en interior. El uso de piensos y forraje para la ganadería se fue generalizando a lo largo del siglo. El descubrimiento de los antibióticos y vacunas, y su aplicación ganadera, permitió la cría de ganado en mayores proporciones. Tras la segunda guerra mundial, se comienza a utilizar los plaguicidas, reduciendo la plaga de insectos y parásitos. El desarrollo de las comunicaciones y el mantenimiento de la cadena de frío permitieron el transporte de la carne a largas distancias.
En las 7 últimas décadas del siglo XX, la producción agrícola se multiplicó por 8. Mientras que en 1940, cada trabajador agrícola abastecía a 11 consumidores, en el 2002 cubría las necesidades alimenticias de 90.
El 57% de la carne de pollo y un 50% de los huevos que consumimos a nivel mundial, proviene de la ganadería intensiva. Las gallinas están confinadas en naves industriales, con sus comederos de pienso incorporados, con temperatura ambiental controlada y sometidas a ciclos de luz que propician varias puestas de huevos al día. Los pollos para consumo son trasladados a otras dependencias, en donde en 6 semanas alcanzan el tamaño y el peso para comerciarlos, algo que antes se lograba conseguir en 5 meses. El rápido engorde se produce por la selección genética, las condiciones ambientales y los cambios en la alimentación, no por el uso de hormonas, como se piensa erróneamente.
En cuanto al cerdo, un 42% de carne que comemos viene de ejemplares criados en almacenes interiores. En ellos se mantiene una temperatura fresca regulada y un nivel de ventilación. El empleo de estos establos permite controlar su peso y reducir al mínimo las muertes. Los cerdos son muy sensibles a las altas temperaturas y sienten estrés por el calor, hasta el punto que les puede ocasionar la muerte. No tienen glándulas sudoríparas, por lo que regulan el calor corporal restregándose en el barro. En estas granjas los cerdos conviven sobre suelo seco, lo que facilita la higiene e impide la aparición de enfermedades. Para refrescarlos se utiliza el agua por goteo, manteniendo la superficie del suelo húmeda. Para alimentarlos se mezcla granos de cereal con proteínas de origen animal y vegetal.
Algunas de estas explotaciones están localizadas en sitios recónditos, son antiguas granjas de animales que se han reconvertido, utilizando las últimas técnicas de producción para ser rentables. Otras tienen acceso a la red eléctrica. En ambos casos, necesitan un suministro de electricidad continuado, que no pueda ser interrumpido por eventuales cortes.
Regadío.
Para la utilización de los sistemas modernos de riego también es necesaria la electricidad. En España la gestión del agua es una cuestión estratégica. Al vivir en un clima mediterráneo, con escasez de precipitaciones, la administración de los recursos acuíferos disponibles es primordial para el funcionamiento de la agricultura. Según el Ministerio de Agricultura, España es el primer país de la Unión Europea en superficie de regadío. En nuestro país se riegan 3.862.811 hectáreas, un 22,85% de la superficie total destinada al cultivo. En ella se genera el 65% de la producción final agrícola. Esta alta rentabilidad y el desarrollo de las técnicas de riego animan a los agricultores a extender las tierras regables. En los últimos años, se convirtieron en zona de regadío 200.000 hectáreas más. Se puede ver como en zonas de Castilla, tradicionalmente dedicadas al secano, se aplica el regadío a ciertos cultivos como la vid, aumentando considerablemente la producción.
Para regar zonas con escasez de agua se utilizan técnicas como el riego por goteo y el riego por aspersión. Sistemas mecanizados con los que se humedece la superficie cultivada con una pequeña cantidad de agua, incrementando la fertilización del suelo. Este sistema supone un ahorro de entre el 50 y 60% de agua respecto a la utilización de métodos más tradicionales. Se puede regar a una presión de 0,2 bar, consiguiendo un ahorro de energía considerable. Se puede instalar y desinstalar fácilmente y tiene un bajo coste de mano de obra.
En España se ha perfeccionado el riego localizado, que consiste en regar áreas muy concretas, aquellas en las que se encuentran las raíces de las plantas. Somos el primer país a nivel mundial en superficie de riego por este sistema. El 52,9% de la superficie regada se hace siguiendo este criterio, mientras que en el resto del mundo se sitúa en un 6%. Con ello se obtiene una eficiencia total en el aprovechamiento del agua con fines agrícolas.
El riego localizado se desarrolló en Israel a principio de los años 80. Convirtiendo zonas áridas y semiáridas en zonas cultivables. Con el nacimiento del estado de Israel se puso en marcha una política de colonos, atrayendo población judía de todo el mundo. El estado les daba facilidades para asentarse y disponer de tierras de cultivo. Le interesaba que la agricultura fuera rentable para aumentar la población.
Con este sistema no se moja todo el suelo, sino la parte del mismo que sirve de caudal emisor para mantener las raíces de la planta húmedas. Se mantiene un nivel de humedad idóneo para el cultivo, algo que con otros sistemas requeriría un riego diario, con peligro de encharcamientos y asfixia reticular. Se necesita un abonado frecuente, ya que el agua localizada puede lavar la superficie del bulbo en exceso y limpiarla de nutrientes. La superficie húmeda se mantiene durante más tiempo. Se puede aprovechar la infraestructura para suministrar otros productos como herbicidas, fungicidas y reguladores del crecimiento que optimicen la producción.
Para aplicar estos sistemas de riego es necesaria la electricidad. Tanto para poner en marcha las bombas de extracción de agua, bombearla por las mangueras y poner en funcionamiento los sistemas de aspersión. En gran parte de los cultivos la instalación no es permanente, se desmonta y se coloca en otra parcela. Para eso hacen falta sistemas móviles de generación de electricidad, que se puedan trasladar sin problemas de un sitio a otro, junto al resto del equipamiento.
La mecanización y modernización de la agricultura va ligada al uso de la electricidad. Aumentando la producción y optimizando los recursos. Lo cual redunda en una mayor cantidad y calidad de alimentos para abastecer a la población.